martes, 30 de agosto de 2011

El mañana es la única utopía

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo... ¡Qué importa eso! Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta! Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa! Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

José Saramago

lunes, 29 de agosto de 2011

Midnight in Paris.


paris-san-valentin.jpg


- Estaba pensando... qué lástima que una belleza como tú por París no necesite a un anciano como yo, que le presente Cortázar, le Pont Neuf, la Cité Universitaire, la Cream de Coeur...

La jóven se quedó callada. Sabía perfectamente que era una oportunidad que no podía perder. A su lado no sólo descubriría París, sino el sabor de la eternidad, cada poro de sus vidas y el placer  de vivirlas...

* * *

Y fue en ese mismo instante cuando despertó de aquel hermoso sueño. Se incorporó; y una vez en el aseo, se refrescó el rostro y miró su encantado reflejo en aquel espejo. Reconoció el espejo, pero había algo nuevo en sus ojos; ese brillo.

No estaba en París. Estaba allí, en aquella casa donde vivía desde hace unos años. Pero no pudo decir nada, parecía como si el silencio se hubiese apoderado de cada una de sus cuerdas vocales... Al fin, como si de un susurro se tratara, sus tímidos labios pronunciaron a penas tres palabras: "... era tan real."

B.

viernes, 12 de agosto de 2011

Para decir "con Dios" a los dos nos sobran los motivos.

Este adiós, no maquilla un "hasta luego",
este nunca, no esconde un "ojalá",
estas cenizas, no juegan con fuego,
este ciego, no mira para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré,
ahórrate el acuse de recibo
estas vísperas, son las de después.
A este ruido, tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón, podrido de latir
este pez ya no muere por tu boca
este loco se va con otra loca
estos ojos no lloran más por ti.
Joaquín Sabina

20100701130644-despedida.jpg

martes, 9 de agosto de 2011

El pasado ya pasó.

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente.

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú. Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte mentalmente, envenenarte, y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Coelho

sábado, 6 de agosto de 2011

Mi mercurio favorito. Tú.

¿Sabes? Se acabó; se acabó para siempre, para SIEMPRE. Se acabó el sufrimiento, las lágrimas desmerecidas derramadas; se acabó el despecho, la incertidumbre, se acabó el desamor. Todo eso se acabó.

Ahora se avecina una nueva vida SOLA. Sí, no tengas miedo a decir esa palabra porque es menos egoísta que él. Que estés sola no quiere decir que estés vacía. Mírame a mí, mi corazón está lleno de momentos, y quizá más lleno que antes. Antes mi vida se basaba en él, en cada paso que daba, en cada sonrisa que regalaba, en cada frase que pronunciaba.

Ahora mi vida es más completa; ya no gira en torno a él, gira en torno a mí; yo soy el sol, y mis planetas están alineados tal y como yo quiero que estén. En estos momentos, por muchas razones que ambas conocemos, tú eres “mi mercurio” favorito.

Ya no vale ensuciarse las rodillas para pedir perdón o para rogar que vuelva; ya no vale ni siquiera que te duela cuando se marcha. Ya no vale que esperes con los brazos abiertos, ni un absurdo perdón, ya no vale nada. Con el tiempo te darás cuenta que los perdones no sirven de nada, que las personas nunca cambian. Con el tiempo te darás cuenta de que esa vida no te merecía.

Por muy largo y duro que sea el camino a partir de ahora, por muy rocoso que sea el sendero, yo intentaré ponértelo más fácil a cada paso.

No te maltrates más. Piensa que esa vida no era para ti; y créeme, a pesar de todo, esta vida no está tan mal como la pintas.